¿Comer de más o comer de menos? ¿tengo hambre o solo ganas de comer algo que me agrada? ¿no me di cuenta en qué momento comí?. Puede que este tipo de dudas hayan surgido en algún momento del día sin encontrar una única respuesta. La vida cotidiana con sus múltiples urgencias hace que nuestra capacidad de atención plena sea cada vez más reducida y que resulte natural funcionar desde un modo “piloto automático”. Cuando nos vemos enfrentados a las obligaciones habituales de la vida, como por ejemplo las de tipo personal, de pareja, familiar, laboral, social, entre otros, pareciera que nuestra mente se adapta y logra ser entrenada para estar en todos los lugares a la vez, sin embargo paradójicamente no logra estar ni disfrutar del presente. El mindfulness como práctica adquirida es posible aplicarla en distintos contextos, con diversas motivaciones, siempre manteniendo como principio la voluntad de vivir de forma más conciente y plena el día a día (Nhat Hanh, 2014). En temáticas de salud mental, el sufrimiento forma parte central del motivo de consulta, como también el no encontrar respuestas suficientes para dar una solución a la necesidad planteada. Sin embargo desde el mindfulness se abre la oportunidad de mirar el presente de forma conciente y aprovecharlo como un recurso que nos trae a la mano un mundo de posibilidades.
Las rutinas asociadas al comer se encuentran influenciadas por un modelo nutricional dominante basado en dietas en donde existen reglas definidas que cumplir, mientras por otro parte alguien controla. Las porciones, el comer saludable, la cantidad de ingesta, etc., es donde se centra gran parte de la atención intentando de forma recurrente cumplir con el mandato que nos intentamos imponer. Al intentar alcanzar el ideal y estar desatentos de nuestra propia vivencias, comenzamos a comer pero nos alejamos de la experiencia de estar presente y comer despierto, la que tiene por finalidad prestar atención plena a todo lo que interviene en el acto de comer. Es en este sentido en donde resulta necesario sanar la relación que se tiene con la comida devolviendo y confiado en la capacidad de escuchar sabiamente al cuerpo con su propia autorregulación.
El comer despierto o Mindful Eating (Romano, 2018), nos permite observar nuestra forma de alimentarnos con todos los factores que intervienen y desde ahí generar los cambios necesarios para hacer agradables las vivencias. Resulta fundamental tener en cuenta el ciclo de la alimentación consciente con algunas de sus interrogantes que podrían ayudar en el proceso de autoconocimiento:
1) ¿por qué voy a comer? (ej: como porque tengo hambre, porque es la hora, porque vi comida, porque sentí un aroma)
2)¿cuándo como? (ej: en qué momento, cuando tengo hambre, cuando el cuerpo lo indica, cuando tengo alguna emoción, estoy ansiosa, triste, como por alegría)
3)¿qué como? (ej: qué elijo comer, lo que me nutre, lo que encuentro, como sin decidir)
4)¿cómo es mi manera de comer? (ej: rápido, lento, como sentada, parada, usando el celular, mientras trabajo)
5) ¿cuánto como? (ej: tamaño adecuado para mi cuerpo, por las señales que mi cuerpo me entrega, como demasiado, como poco)
6) ¿dónde como? (ej: sentada a la mesa, en mi dormitorio, parada)
El Mindful Eating busca tomar consciencia para lograr entrenar el comer en el presente, realizando la actividad de comer sin hacer otras actividades simultáneas distractoras mientras como, y al estar desatenta no se logra disfutar del comer y tampoco identificar las señales del cuerpo. La propuesta está en observar qué voy a comer como elección consciente, dónde voy a comer, tener presente las señales de mi cuerpo, saborear y disfrutar de la comida en cada bocado, sintiendo el aroma y textura de cada alimento. Además intentar realizar estas rutinas sin juicios, sin criticarnos ni culparnos.
En este sentido es necesario destacar que dentro de los principales motivos de consulta aparece como síntoma relevante de malestar el aumento del apetito y por consiguiente el aumento de peso. Al indagar en cuadros clínicos de tipo ansioso o depresivo, surge la necesidad de atender esta manifestación del síntoma, ya que genera una deterioro significativo en la calidad de vida y la autoimagen de quien consulta. Es frecuente identificar mecanismos de descontrol alimentario, desde lo conductual, cognitivo y emocional . Para poder comprender la conducta de comer desatendiendo las señales de cuerpo de forma descontrolada, se requiere observar el sistema de regulación emocional que le acompaña. De esta manera es relevante conocer los significados que se vuelven amenazantes para el equilibrio emocional y cómo se instala la conducta alimentaria frente a esta vivencia en un sistema relacional que permita desarrollar mayor autoconocimiento y plenitud en el comer, logrando diferenciar el hambre física del “hambre emocional”, que sin duda requiere ser resuelta por otras opciones que no son necesariamente la comida.
Romano, J.(2018). Comer despierto. Buenos Aires: Editorial Paidos.
Nhat Hanh, T. (2014). El milagro del mindfulness. Buenos Aires: Editorial Paidos
Barbara Cruz
Psicologa Familiar